Sin agua limpia para el bautismo, tampoco para beber |
Cuando
un año se acaba parece obligatorio recordar todo lo que hemos hecho. Por suerte
o por desgracia, mi memoria no alcanza a tanto. Estamos disfrutando de la
Navidad, tiempo de contemplar a todo un Dios poderoso sin ningún poder
aparente, un niño pequeño, indefenso. Cuando un bebe nos sonríe, reconozcamos
que esa ternura nos desarma, se apodera de nosotros, brotan los sentimientos
más profundos de nuestro corazón. Eso es lo que he vivido de manera intensa
este año, gente indefensa, sin poder, sin educación, pero tierna, cariñosa,
sonriente. Quizá lo que enamora de esta tierra es que el “espíritu navideño” se
vive durante todo el año. He visto nacer a los niños pobres y entre animales, aquí
lo que realmente les sorprende del nacimiento de Dios no es eso, sino que nadie
acogiese al extranjero. Quizá a nosotros en Europa nos pasa justo lo contrario,
cuestión de costumbres.