Por los caminos, en esta época, vas encontrando algodón caído
de los camiones por todas partes. Los compañeros me contaron que antes las
ancianas recogían ese algodón para poder tener un poco de dinero, pero que eso
había ido desapareciendo, lo cual era signo de evolución del país. Este año me
he encontrado a dos ancianas recogiendo el algodón caído de los camiones,
circunstancia que me ha hecho reflexionar. ¿Cuántas cosas dejamos caer en nuestro
caminar por la vida? ¿A cuántas cosas no les damos valor? ¿Cuántos sueños y
esperanzas abandonadas en la cuneta? Pero siempre hay gente mucho más
necesitada que nosotros, que viven en la miseria y están dispuestos a recoger
cualquiera de nuestros desperdicios, gente que aprovecha hasta lo más mínimo.
Gente que lucha por cada sueño, por cada pequeña esperanza que se presenta cada
día. Gente que sigue apreciando los pequeños regalos que da la vida. Gente a la
que no se le caen los anillos por volver a tener que hacer trabajos que
parecían haber desaparecido, pues es lo único que tienen. Mientras sigan
pasando esos grandes camiones, símbolo de la opulencia, derramando lo que les
sobra, habrá ancianas dispuestas a agradecer a Dios esa oportunidad para poder
sobrevivir.
sábado, 27 de febrero de 2016
lunes, 8 de febrero de 2016
Treinta y un años después
Ayer por la tarde,
cuando acababa de hacer el rezo de vísperas, recibí una llamada telefónica de
Jean, el presidente de los jóvenes que es de Siki. Me dice que está siguiendo
un elefante, y como es lógico yo le pregunto dónde está, pues pienso que ha ido
a alguno de los dos parques nacionales del país. No, está en su pueblo y el
elefante ha tomado dirección hacia Fo-Boure. Así que cojo la moto, la cámara de
fotos y me dirijo corriendo hacia allí. Efectivamente, un enorme paquidermo,
con un colmillo roto, corre delante de la gente que le sigue con excitación y
emoción. Estos animales están en su país, los ancianos los veían con
frecuencia, pero fue desapareciendo casi toda la fauna, y estas cosas sólo
pasan de vez en cuando. De hecho la última vez que habían visto un elefante
solitario pasar por aquí fue en 1985, hace treinta y un años. Para todos los
habitantes de la zona fue un regalo a la vista, la alegría se notaba en los
gritos que pegaban, aunque al pobre animal más bien le asustaban. Gracias a
Dios no estaba herido, pues eso les convierte en muy peligrosos, y tampoco se
sintió acorralado. Todo acabo a la caída del sol, entonces hubo que dejarle
seguir su senda, en busca de un lugar más tranquilo.
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