martes, 29 de abril de 2014

Dibujar sonrisas

La otra tarde cayó una buena tormenta, vino acompañada de granizo, que por esta zona no es muy habitual. Salí a hacer unas fotos y me encontré que todos los chavales del madeb estaban recogiendo con alegría e ilusión las pequeñas bolas de hielo. La algarabía era formidable, reían, disfrutaban, se las metían en la boca o se las enseñaban a los amigos. Una vez más, esto me hace ver con que poco se conforma esta gente. Pero en realidad, lo que realmente se encuentra detrás de este hecho, es que hay gente en el mundo que sigue sabiendo disfrutar y saborear las cosas sencillas que regala la vida, la naturaleza, los otros. Que siguen aprovechando cualquier ocasión para reír a gusto y compartir lo cotidiano con quienes les rodean. Supongo que en este tiempo de Pascua, el sentir la verdadera alegría de saber a Jesucristo vivo entre nosotros, poderlo reconocer en la gente sencilla, es un motivo más que suficiente para sonreír y  poder compartir mi gozo. Renuncio voluntariamente a tener que alegrarme o sonreír solamente cuando ocurra algo extraordinario o formidable en mi vida, cuando obtenga algo sensacional, que los demás no puedan tener. Esta gente dibuja sonrisas en mi cara cada día, con las cosas y acciones más corrientes que se pueda imaginar.

miércoles, 16 de abril de 2014

Gustar el fruto del árbol

 Cuando yo era pequeño, recuerdo que nos encantaba subirnos a los árboles para poder jugar, alguno sufría un accidente y le tocaba llevar escayola. Nuestros mayores siempre nos decían que tuviéramos cuidado de no caernos. Estoy convencido que alguna desgracia mayor habría. Aquí es época de que los frutos silvestres maduren, los mangos están dulces y jugosos y los niños trepan descalzos con gran habilidad por todos esos árboles para recoger sus frutos y poder llenar sus vientres de algo distinto a la bola de maíz que toman a diario. El problema es que en demasiadas ocasiones tientan las leyes de la gravedad y la resistencia de las ramas. Los hospitales se llenan de niños con algo roto y lo que es peor, asistimos a algún que otro funeral de algún niño que no superó la caída. El precio del fruto se hace caro, pero la recompensa de poder disfrutar de su sabor merece el riesgo. Estamos en una semana crucial, donde Jesús también asumió el riesgo de subir al árbol para que pudiéramos gustar su fruto.