miércoles, 16 de abril de 2014

Gustar el fruto del árbol

 Cuando yo era pequeño, recuerdo que nos encantaba subirnos a los árboles para poder jugar, alguno sufría un accidente y le tocaba llevar escayola. Nuestros mayores siempre nos decían que tuviéramos cuidado de no caernos. Estoy convencido que alguna desgracia mayor habría. Aquí es época de que los frutos silvestres maduren, los mangos están dulces y jugosos y los niños trepan descalzos con gran habilidad por todos esos árboles para recoger sus frutos y poder llenar sus vientres de algo distinto a la bola de maíz que toman a diario. El problema es que en demasiadas ocasiones tientan las leyes de la gravedad y la resistencia de las ramas. Los hospitales se llenan de niños con algo roto y lo que es peor, asistimos a algún que otro funeral de algún niño que no superó la caída. El precio del fruto se hace caro, pero la recompensa de poder disfrutar de su sabor merece el riesgo. Estamos en una semana crucial, donde Jesús también asumió el riesgo de subir al árbol para que pudiéramos gustar su fruto.