jueves, 27 de marzo de 2014

Tocar callos

 Que nadie se inquiete, no me he vuelto podólogo ni experto en durezas de la piel. Pero quizá, algo que vivo desde que llegué y que siempre me ha hecho reflexionar, el otro día me tocó fuertemente.
 El caso es que en una celebración con el obispo, en una misa con los críos, el obispo propuso que les bendijésemos imponiendo las manos en sus cabezas. Y como no podía ser de otra forma, empecé a constatar que muchas de las cabezas a las que imponía las manos, estaban con una calva de la que sobresalía un gran callo.  Es lo normal cuando tu cabeza porta desde tierna edad cosas de gran peso y volumen. Barreños de veinticinco litros de agua, troncos de árbol enormes, barreños con piedras, y diversidad de cosas que a nosotros nos parecería increíble tener que transportar. Todo ello recorriendo una buena distancia.

 En nuestra cultura comenzaríamos a hablar de explotación de la infancia, esclavitud, trabajos inadecuados. Pero en esta realidad en la que vivimos, lo que hacen estos críos no es otra cosa que ayudar en casa. Se necesitan todas las manos y en este caso todas las cabezas para colaborar a la subsistencia de toda la familia. Es gracioso ver como uno de los juegos que más gustan a los críos es llevar un barreño pequeñito de plástico en su cabeza para acompañar a los mayores e imitarles. Sólo espero que esa ayuda no les impida poder ir al colegio y seguir formándose.