Hace unos días celebramos el encuentro anual de niños
de la parroquia, la participación fue abundante, pues acudieron 353 chavales.
Como siempre ocurre, no podían faltar problemas de transporte. Camiones viejos,
a pie, en motos. Muchas veces, transportes poco dignos y seguros para los
participantes. En esta ocasión, el camión viejo que tenía que traer a los 45
chicos de la comunidad de Kokabo les falló. Pero eso no les hizo resignarse a
no venir, y luego dar las típicas excusas que hacen esos hombres llenos de
anuncios que les dan dinero a porrillo. Por el color de las carrocerías de los
vehículos, podríamos hablar de un Ferrari contra un Renault en el gran premio
de fórmula uno. Cuando oigo a los pilotos quejarse de sus formidables coches y
decir que con eso no pueden hacer nada, la afirmación me hace sonreír. Los
responsables de los chavales, buscaron hasta que encontraron esos dos
motocultores con sus carretas, y ni cortos ni perezosos se subieron en ellas y
recorrieron 14 kilómetros para llegar a Siki y poder participar en la fiesta de
los niños. Si la venida tuvo que ser dura, la vuelta más. Pues cuando estábamos
terminando el día con la celebración de la eucaristía, descargo una tormenta de
las buenas, con granizo y todo, cosa inusual por aquí. Los caminos se
convirtieron en auténticos ríos de barro. Esperaron un poco a que escampase y
vuelta para casa, supongo que llegaron bien mojados y con algún susto por el
camino. Pero por desgracia, están habituados a todos estos avatares. Por suerte
todos los niños y sus acompañantes llegaron bien a sus diferentes pueblos. Está
claro que cuando alguien desea algo con ganas, hará lo imposible por poder
realizarlo, aunque sea una cosa para nosotros de poco valor, para ellos es todo
un acontecimiento.