sábado, 25 de abril de 2015

Cecile


Hay una costumbre aquí, por parte de los que practican las religiones tradicionales, que es ciertamente deplorable. Consiste en el rapto de chicas para hacerlas entrar en su religión y hacerlas portadoras de un fetiche. Da igual si la chica quiere o no, es obligada y amenazada para entrar, normalmente por algún familiar cercano. El resto, fruto de la ignorancia, no hace nada por el miedo atroz que tienen a todas esas cosas. Esta vez se equivocaron de cabo a rabo, pues raptaron a una chica bautizada y confirmada, ya era de nuestra familia, y nosotros no tenemos miedo a los espíritus. Así que fuimos a pedir que nos la devolvieran, pero su negativa fue fuerte, les advertimos que probablemente iban contra ley, pero tampoco cedieron. El delegado del pueblo era tío de la chica, pero tenía miedo de su hermana que era una de las jefas de las fetichesas. Por nuestra parte nos organizamos para hacer presión con la oración y los cantos, ¿dónde? Pues entorno a la choza donde las encierran para hacer que las posean los fetiches. Nos insultaron, provocaron y amenazaron incluso con un fusil, pero los jóvenes de la parroquia no entraron en ese juego y siguieron cantado y rezando. ¿En qué consiste el rito de iniciación? Las tienen encerradas durante unos cuantos días en una choza sin ventilación, con unas velas como única iluminación y con brebajes alucinógenos para beber. Si aun así la chica no entra en trance, entonces la hacen cortes en la piel y por ahí también la meten drogas para que tiemble fuertemente y puedan decir que el fetiche la ha poseído. Durante ese tiempo los adeptos cantan, tocan las calabazas y no las dejan descansar. Entre el miedo que tienen, el cansancio y las drogas, difícil resistirse a caer en trance y dejarse poseer por el fetiche que diga la jefa. Luego viene la presentación en sociedad con los diferentes ritos que ello conlleva, y esa persona acaba siendo esclava de la religión durante toda su vida, excepto que acabe siendo jefa y entonces le toca vivir de lujo. Tras varias reuniones con ellos donde nos mentían, y hablar con la autoridad que nos dijo que era ilegal lo que habían hecho, y que les iban a convocar a la gendarmería, sólo entonces prometieron devolvernos a la chica. Así ha sido una semana después. Puedo asegurar que ver a Cecile con todo el cuerpo lleno de cortes, drogada totalmente, y temblando delante de nosotros, ha sido una experiencia muy dura. Como ver el mismo rostro de Jesús sufriendo. Por suerte estamos en Pascua y Cecile comienza a recuperarse, aunque todavía no está totalmente desintoxicada de todo lo que le han dado.

lunes, 13 de abril de 2015

Entre el cansancio y la alegría

 Hemos celebrado la Semana Santa y la Pascua de Resurrección. Estamos en pleno tiempo de alegría por lo que significan estas fechas. Pero puede parecer que en la misión, debido a la intensidad con la que se viven las cosas, uno nunca se cansa. Pues es época de mucho calor, unos treinta y siete grados a la sombra y al ir a acostarnos el termómetro sigue marcando por encima de los treinta. El descanso no es igual que en otras épocas, cuesta más conciliar el sueño. Con todo eso el cuerpo se resiente, y  afecta también a la mente. Uno está más espeso de ideas y te cuesta más arrancar a la hora de hacer las cosas. Por lo que la acumulación de celebraciones, en ocasiones, te viene como una losa encima. Pero puedo asegurar que una vez entras en la dinámica de la Pasión y Resurrección del Señor, te encuentras con las comunidades que tienen unas ganas inmensas de poder celebrarlo. El sábado santo en la vigilia pascual empezamos con los bautizos de adultos, bodas, primeras comuniones. Al final, no sabes muy bien de dónde salen las fuerzas, pero notas en el interior que el cansancio queda en un segundo plano, que la alegría te llena el corazón y todo el cuerpo, y que lo que te parecía que podías vivir y celebrar con apatía, acabas celebrándolo un año más con emoción y gozo. Contagiarse de la alegría del Señor resucitado en medio de esta gente es fácil. De hecho, para rematar, el lunes y martes con los jóvenes nos pegamos más de ochenta kilómetros con las bicis. El cansancio sigue ahí, pero no podrá con la felicidad que te da el ver de nuevo esa sonrisa especial en el rostro de toda nuestra gente.