Moisés en medio con su inseparable flauta en el pecho |
El pasado lunes de pascua, cuando volvíamos a casa de nuestra
vuelta con los jóvenes en bicicleta, nos enteramos de un problema que había
sucedido en el pueblo de Siki. Allí reside Moisés con su familia en uno de los
dos barrios gandos. En ese barrio son los únicos católicos, por lo que sufren a
menudo insultos y desprecios de los otros. Pero tanto él como su mujer, los dos
están bautizados, como sus siete hijos que hacen el catecumenado, no tienen
ningún miedo a la situación, aunque es verdad que se les hace dura en muchas
ocasiones. El caso es que el abuelo de la familia es de una de las religiones
tradicionales más beligerantes, son los bukakari, e intentó que la hija mayor
de Moisés entrara a ser poseída por los fetiches y fuera fetichesa. Si esto
ocurre es muy complicado que luego puedan salir. La llevó al lugar donde se
hacían las ceremonias y al verlo Moisés los siguió. Cuando Moisés vio que
metían a la chica en la casa de iniciación se opuso, pero la presión de la
gente era muy grande, por lo que se decidió a pedir ayuda a la comunidad
católica. Fue en busca de un catequista y del presidente de la comunidad, estos
le acompañaron al lugar y le dijeron que la sacara de allí. Corriendo se fueron
a su casa para que no les apaleasen, entre el desconcierto la gente les dejó
ir, pero el abuelo de la familia cogió un gran palo, fue a la casa y les
amenazó a todos, rompió el molino de harina con el que trabaja Moisés y muchas
cosas de su casa y les amenazó diciendo que si no devolvían a la chica a la
iniciación de los bukakari les mataba a palos. Ellos se quedaron de pie y le
dijeron que no tenían miedo, que Jesús resucitado estaba con ellos y que no
pensaban devolver a la chica. Al final la chica está en Fô-Bouré por un tiempo
escondida en casa de las monjas hasta que las aguas vuelvan a su cauce. Al día
siguiente fuimos los tres curas a ver a los responsables de la comunidad y nos
contaron todo con detalles, nos fuimos todos a ver a la máxima responsable de
los bukakari que pidió perdón y dijo que ellos estaban en contra de meter a
ninguna chica de manera forzada. Por cierto a esta mujer la llaman kumba y
venía de la mezquita de rezar, una cosa es la fe y otra la manera de
alimentarse con el miedo de los otros.