El fin de semana pasado tuvimos la peregrinación de niños de la diócesis, en la que participaron alrededor de 3000 niños con sus responsables. Algo maravilloso, pero difícil de gestionar, aunque por suerte casi todo transcurrió bien. ¿Por qué digo casi todo? Pues porque el domingo, en la misa de clausura que presidió el obispo tuvimos un incidente que pudo ser muy grave. De repente en una zona de la explanada donde celebrábamos, unos niños se movieron rápidamente y de manera inquieta, lo que provoco, que los que estaban al otro lado entraran en pánico e hicieran una estampida. Consecuencias, nueve contusionados que hubo que atender de distintas heridas, una de ellas hubo que llevarla al dispensario para que le dieran puntos en la cabeza. Por suerte reaccionamos rápido y les calmamos desde el presbiterio para que no siguieran corriendo. ¿Qué provoco esta situación? Una ardilla, que al caer de un árbol quisieron cazarla, pues es carne bien apreciada. En la vida no podemos entrar en miedo y pánico sin saber de verdad lo que tenemos delante, y aun sabiéndolo, tampoco es la solución. Espero que esto nos haya servido de lección a todos.