Acabamos
de despedir un año y estamos empezando uno nuevo. Llego gente nueva, se fue gente
amada, pero inexorablemente la vida continua. El pasado viernes, celebramos el
día de la Sagrada Familia, y por primera vez en nuestra parroquia, hicimos el
encuentro del grupo de familia. Una mañana agradable en la que acabamos
compartiendo la comida, pues nada se puede celebrar si no hay algo que comer
después por estas tierras, no sería una fiesta verdadera. Mantener a la familia
siempre es una ardua tarea, pero por estos lares se antoja aún más complicado,
pues el simple hecho de poder alimentarse cada día, tener recursos para ir al
médico o poder pagar los materiales de la escuela, es ya un esfuerzo enorme
para todos ellos. A pesar de ello, tienen claro que los hijos son una riqueza,
y que merece la pena todo esfuerzo y toda penuria que deban pasar por tenerlos.
Espero que esta gran familia que formamos la humanidad sea capaz de sacrificarse
por los más pequeños y desfavorecidos, por todos los indefensos. Y deseo que la
gran familia de la Iglesia, de la que muchos formamos parte, y en la que
acabamos de perder a un padre bueno como fue Benedicto XVI, sepamos estar
siempre atentos para hacer ese sacrificio. Feliz 2023 lleno de la ternura de
Dios.