Hoy es la gran fiesta del Amor, donde todo un Dios decidió partirse y repartirse por nosotros, dándonos su vida y dándonos ejemplo de servicio. Pero parece como si en el mundo hubiéramos decidido llevarnos mal, no entendernos y pleitear continuamente. Siempre con disputas, guerras, violencias por doquier, terrorismos, asesinatos, violaciones de todo tipo de derechos. No es que esta zona de África esté muy bien últimamente, de hecho, está bastante mal y cada día con más riesgo de contagiarse todos los países donde nos encontramos. No es fácil el diálogo con ciertas personas de otras religiones. Sin embargo, ayer recibí la visita de un padre con cuatro hijas. Musulmán, observante del ramadán, que venía a saludarme, a presentarme a sus hijas y a desearme una feliz Semana Santa. De hecho, él está casado, por lo que me contó, con una mujer católica, y una de sus hijas a decidido ser católica, y él no se lo impide. Hay signos de amor fraterno cuando, a pesar de las diferencias, somos capaces de querernos y hablarnos con cariño, visitarnos y desearnos lo mejor. No todo está perdido. Cristo sigue presente en el corazón de mucha gente, aunque no lo sepan, y en la mesa compartida de la eucaristía.