Llevo ya algún tiempo
atendiendo las labores pastorales de mi nueva parroquia, la verdad es que da
gusto poder realizar esta labor evangelizadora, pero también reconozco que no
todo es fácil y cuesta poner en marcha algunas cosas y comunidades. Hay dos
comunidades gando que habían dejado de reunirse y rezar juntos, de hecho,
algunos miembros de esas comunidades han cambiado de religión, pero todavía
quedan algunos católicos de corazón. La cuestión es que nos hemos propuesto
visitarles una vez cada quince días, para poder retomar las catequesis y
compartir con ellos los avatares de la vida. Supongo que, por falta de
costumbre, las primeras visitas, no están siendo lo que desearíamos en cuanto a
número de feligreses, incluso después de tener que pegarte una paliza en la
moto o el quad de noventa kilómetros por caminos poco transitables, e
imposibles para un coche, llegar al pueblo y encontrarte con que la gente no
estaba esperándote, pues la comunicación de nuestra visita no había llegado
bien. Pero también hay momentos realmente bonitos, como el otro día cuando un
grupo de chavales se quedó a escuchar una pequeña catequesis que les hicimos y a
rezar con nosotros, ninguno de ellos había participado nunca en la oración
cristiana. ¿Volverán? ¿Quién sabe? Pero nunca hay que dejar de intentarlo y
volver a comenzar cada día con la misma ilusión que la primera vez que hicimos
algo de lo que estábamos enamorados.