La torre de Babel
En el libro del Génesis se menciona esta historia, en la que
Dios hace que los hombres hablen distintos idiomas para que no se entiendan. El
pasado día 25 de enero, celebrando la Navidad con alegría como cada año, tuve
sólo siete bautizos de niños pequeños en mi nueva parroquia. Pues siendo el
número tan pequeño, bauticé en cuatro idiomas diferentes, peulh, bariba,
francés e inglés. No es que sea algo extraordinario bautizar en muchas lenguas
por estos lares, pero que con tan pocos niños hubiese tal cantidad de lenguas,
me resulto llamativo. Debo decir que ningún progenitor me pidió que bautizará
en su lengua, simplemente querían lo mejor para sus hijos, que ellos entendían
que era el bautismo, el idioma era lo de menos, aunque ciertamente, creo que a
todos les agradó que fuera en su lengua materna o casi. Lo que me ha hecho
reflexionar mucho sobre este asunto es el tema de la división. Utilizamos el
idioma, la cultura, el origen, la raza, para estar divididos, para despreciarnos,
para sentirnos superiores unos a otros. Aquí, con más de 58 etnias distintas,
eso tampoco es diferente a otros lugares. Pero me alegra ver que todavía hay
espacios de convivencia, donde se sigue recordando qué es lo más importante,
donde la gente del sur aprende a rezar en bariba o peulh, porque al fin y al cabo
pueden celebrar la eucaristía y no hacen mayor problema del asunto. Donde somos
capaces, siendo tan diferentes, de sentirnos una sola familia. Espero y deseo
que esta humanidad tan fragmentada y que parece en muchos casos irreconciliable,
sea capaz de centrarse en lo importante y saber vivir como una sola familia,
donde los idiomas no se usen como arma arrojadiza, sino como vehículo de comunicación
y encuentro.