Alrededor de seis años
y medio he compartido mi vida y la misión con Juan Pablo. El ha estado en
Fo-Boure más de veinte años. Este misionero ha entregado media vida y casi por
completo su ministerio, hasta ahora, en este rincón del mundo. Hombre
entregado, trabajador como el que más, con las ideas claras de cómo poder
ayudar al desarrollo del entorno, preocupado por anunciar la Buena Nueva y que
esta llegase a todo el mundo. Por eso ha hecho el esfuerzo de hablar
correctamente las lenguas del lugar, ha procurado traducir un buen número de
textos sagrados y litúrgicos, tanto al baribá como al peul. Ha amado
intensamente a esta gente y así lo han sentido todos los que forman la
parroquia, que no han dudado en agradecerle, con mucho cariño, toda la
dedicación que él les ha mostrado. Desde aquí le agradezco la paciencia que ha
tenido conmigo. Como hermano mayor en la misión, me ha enseñado y guiado en
muchísimas cosas, y yo como hermano pequeño no siempre he respondido como
debía. Ya se sabe que los hermanos pequeños son rebeldes en ocasiones. Pero al
final las cosas no caen en saco roto y espero poder seguir la labor que tanto
él, como los que le han antecedido, han hecho por el bien de esta parroquia.
Seguro que en la nueva misión que le encomiende el obispo en tierras riojanas,
sabrá seguir dando lo mejor de si mismo y todo esto con toda la sabiduría que ha
aprehendido durante este tiempo en la misión. Que Dios le guarde y le ayude
siempre.