Recuerdo
perfectamente que por estas fechas siempre veíamos alguna versión de este
cuento. Un viejo rico, avaro. Se había vuelto huraño y desconfiado a causa de su riqueza y avaricia. A través de tres sueños
acaba convirtiéndose y cambiando su corazón. Por desgracia hay demasiada gente
en el mundo así, y no tienen ninguna visita nocturna que les haga cambiar. Pero
el otro día bautizamos a un niño, se llama Fernando, no tiene más que quince
meses, un niño rechazado por su familia, lo que aquí llaman un niño brujo. ¿Por
qué no está muerto? Pues porque conocían a Madeleine, una de nuestras
catequistas gando de Siki. Ella tiene un niño de la misma edad. La llamaron y
ella se lo quedó, se puso a amamantar a este niño junto al suyo, al final no
tenía suficiente leche para los dos y ha acabado en el centro de renutrición
infantil con los dos niños. Os puedo asegurar que la situación económica de
Madeleine y su marido es de miseria, se les ha caído la casa con las lluvias y
no tienen dinero para reconstruirla. Pero cuando se le planteó la cuestión de
acoger a ese niño, lo tuvo claro, “es un hijo de Dios y no lo podemos abandonar”.
No tiene miedo como el resto, se sabe protegida por el Niño que nos ha nacido,
vive una Navidad constante y la vive en la miseria, como lo hizo el Hijo de
María. Tuvimos hasta que darle algún trajecito digno para poder bautizar a la
criatura, pues no tenía ni para eso. Que gozada vivir la Navidad junto a gente
como Madeleine. Feliz Navidad a todos.