El miércoles por la tarde, cuando acabábamos de volver de
nuestra salida en bici con los jóvenes por la Pascua, aparece en la misión un
chico de Nueva Andalucía (Málaga) con su bici cargada de alforjas y con una
pinta de curtido por el sol y por el cansancio bastante curiosa. Venía desde
España, había atravesado el Estrecho de Gibraltar en piragua y pretendía llegar
hasta Sur África con la bici. Todo esto no lo más recto posible, sino donde le
fuera guiando la intuición y las ganas de compartir su vida con la gente de
este continente. Ya lleva seis meses de andadura y más de doce mil kilómetros.
Al contárselo a los lugareños las reacciones fueron de asombro y admiración,
los comentarios de lo más diversos, muchos insinuaron si estaba un poco mal de
la chaveta. Pero me quedé con el comentario de un joven, “es mal gastar el tiempo y el dinero”. Me
resultó curiosa su forma de ver la cuestión, pues para ellos es inconcebible poder
hacer eso, cuando cada día tienen que madrugar para poder sobrevivir ellos y su
familia. Cogerse dos días ya es un lujo, pero tanto tiempo es imposible. Está
claro que cierto tipo de aventuras es imposible poder vivirlas cuando uno es extremadamente
pobre. Pero el acoger, dar cariño y desear lo mejor a Santi, tal y como él nos
ha contado, por todo África, sigue siendo algo al alcance de su vida y que los
africanos nos dejan de hacer. Esperemos que Santi llegué a buen puerto sin
contratiempos y que la experiencia de compartir con nuestra gente haya
enriquecido su vida. Que Dios le guarde en el camino.