viernes, 27 de marzo de 2015

Cuando no vemos claro

 El otro día volviendo de una excursión con los presidentes, el coche decidió estropearse y estuvo a punto de no llegar a casa. El caso es que se estropeó también algo del sistema eléctrico y no funcionaban los limpiaparabrisas. Mi comentario fue, menos mal que no nos lloverá, pues en tal caso tendríamos problemas serios. Pues veinticinco kilómetros antes de llegar a casa cayó la gran tormenta. Camino de tierra, todo lleno de barro y los cristales con una cantidad de agua que no dejaban ver ni un poco el camino. En la cabina del coche íbamos siete y fuera en la parte de atrás diez. No me quedó más remedio que abrir la ventana del conductor e ir con la cabeza fuera para ir viendo por donde tenía que ir. Por supuesto la marcha fue lenta y cuando llegué a casa estaba totalmente empapado. Muchas veces en la vida no tenemos claro por dónde ir, como hacer para avanzar y que el camino no se vuelva peligroso. Si además te toca estar acompañando gente que te pide que les guíes y lleves por el buen camino, la verdad es que la situación se convierte en una responsabilidad importante. Toca mojarse en muchas situaciones, aunque las ganas sean de refugiarse en lugar seguro, seco y calentito.