La
semana pasada el alcalde nos avisó que el imán principal de Sinende había
fallecido. Rápidamente nos pusimos en contacto con el presidente y el
catequista de esa comunidad para que se hicieran presentes en las ceremonias.
Aprovechando que esa tarde pasaba por allí, decidimos que me acercaría a
saludar y acompañar en el dolor a los musulmanes de esa comunidad. Al llegar me
encontré al presidente y al catequista y les pregunté si habían hecho una
oración por el difunto, me dijeron que no habían tenido el ofrecimiento para
hacerlo. Por lo que pensé que habría que ser discreto y limitarme a los saludos
de rigor. Al llegar me acogieron cariñosos y saludamos a todo el mundo, fuimos
a la habitación de la viuda y le dimos las condolencias en baribá. Al terminar,
los hombres habían colocado unas sillas para nosotros y ellos entre sillas y
esterillas se sentaron alrededor. Les di las condolencias, saludos varios y les
dije que me disponía a marchar. Cuál fue mi sorpresa cuando me pidieron que hiciera
la oración. Así que comencé santiguándome, recé el Padre Nuestro y luego pedí
por el difunto y porque Dios les iluminase en la elección del nuevo imán.
También aproveché la oración para pedir que siempre trabajásemos junto en favor
de la paz. Al terminar, todos estrecharon mi mano y me dieron las gracias por
la oración y dijeron que les había gustado mucho. En ocasiones con pequeños
gestos se derriban grandes muros, es cuestión de no juzgar antes de tiempo.