Algo
habitual en estas fechas es preguntar con quién vas a cenar la Noche Buena y
comer el día de Navidad. Yo no soy distinto a los demás y también se me
pregunta lo mismo. Tengo que decir que, como no podía ser de otra manera, esa
noche santa, donde el contemplar el nacimiento del niño Dios es algo verdaderamente
emocionante e impactante, mi cena consiste en celebrar dos eucaristías donde
bautizamos niños pequeños. Algo realmente significativo. Pues las celebraciones
son participadas y con una alegría que desborda por todas partes. Una gran cena
cuando no se puede estar en casa con padres y hermanos. Estar con el Dios más
indefenso, más sencillo y a la vez el auténtico mensajero de la Paz. Poder
cenar el cuerpo y sangre de Cristo junto a esta familia es algo realmente
entrañable. Poder seguir viendo el nacimiento de Jesús entre esta gente es un
regalo diario. Lo veo en los brazos de la hermana Felicité acogiendo niños
desnutridos; en la sonrisa de Lauraine cuando desnuda, con sus dos añicos,
viene a la misión a saludarnos y en muchas cosas más de cada día. Espero que
todos podamos disfrutar de las cosas sencillas este año que entra.