La semana pasada volvimos a vivir momentos
dramáticos. En uno de nuestros pueblos volvió una de las familias que había
sido acusada de brujería, con ánimo de revancha. Se pertrecharon con armas y
dispararon a un grupo de personas. La consecuencia, un muerto y un herido. Los
asesinos volvieron a salir huyendo. Pero el viernes por la mañana la gente,
sobre todo los jóvenes, clamaba venganza. La rabia acumulada desembocó en
violencia incontrolada, quema y destrucción de casas, coches, motos y cualquier
recuerdo de esa familia. Búsqueda de gente de esa familia para ser
ajusticiados. La violencia sólo engendra violencia, y últimamente los ánimos
están demasiado caldeados. Así que esa misma tarde fuimos los dos misioneros
con los mayores y responsables de nuestra comunidad a saludar a la familia del
difunto, al responsable de los jóvenes, al rey del pueblo y a los tres imanes.
A todos les presentamos nuestro dolor por lo sucedido y nuestra preocupación
por el clima de violencia que se respiraba. Con ellos rezamos la oración de S.
Francisco, pues tenemos el firme convencimiento, que sólo con la paz, el
diálogo y el perdón se puede encontrar solución a los problemas y conflictos.