lunes, 12 de diciembre de 2011

Con el regreso se asimilan las cosas

A mitad de camino, en Dassá, agradecidos ante la Virgen

 Ya ha pasado tiempo desde nuestra visita a Cotonou para estar con el Papa. La vuelta fue larga y dura. Un compañero de otra parroquia tuvo un accidente contra una moto. A otros se les rompió el camión y tuvieron que dormir en plena carretera. Por suerte nuestra expedición, con el coche reparado, llegó bien al destino. Emocionados, contentos, pero reventados de cansancio. Pasaron los días y fuimos comentando lo vivido y acaecido. La sensación general era de haber vivido una experiencia única. Una experiencia de comunión, de estar junto a mucha gente desconocida pero que ellos sentían que eran de su familia. Haber sido acogidos tantos, tan bien y sin habernos cobrado nada. Algo que apreciaron nuestros catequistas. Se quedaron impresionados por la labor que hacen con los niños de la calle los de Mensajeros de la Paz. Destacaron que habiendo tanta gente y tanto lío, que no hubiese ningún altercado ni incidente, que todo transcurriera en paz y armonía. Les sorprendió que nos pudieran dar agua a todos y es que nunca habían visto el sistema de las bolsitas de agua en plan industrial. Fue un regalo escuchar la primera lectura y la aclamación después de la consagración en su lengua el baatonum, esa que a mí me cuesta tanto aprender. En definitiva, la gente de esta tierra tiene al extranjero (cualquiera que les visita) como a un rey. Si otro va a su casa le cuidan y le miman con todo esmero y cariño pues es un honor poder recibirlo. Podéis imaginar lo que ha supuesto que el Papa haya estado en su casa, algo que agradecerán toda la vida.