El otro día al
concluir la reunión mensual de catequistas y responsables de las comunidades, el
representante de todos se aproximó a mi para darme una suma de dinero. Ello
venía acompañado de un discurso, empezó disculpándose por haber tardado en
darme esa cantidad y me explicó que esperaban a ver si alguien más se animaba a
dar un poco, pero que visto que no había más donativos, me daban lo que tenían.
Me dijo que estaban muy agradecidos por todo lo que se estaba haciendo por
ellos en la nueva parroquia, por todo el esfuerzo realizado en las
construcciones y actividades pastorales y caritativas, que sabían que no era
mucho lo que daban, pero que querían contribuir. Si miramos la cantidad de
dinero que dieron en comparación con todo lo que se lleva gastado en la creación
de la parroquia, y lo miramos sólo pensando en la economía, pues es cierto que
el aporte es insignificante. Pero debo decir que a mi me conmovió el acto de
generosidad y la implicación que esta gente sencilla y pobre quiso realizar. Un
gesto que les honra, que demuestra que no tendrán mucho dinero, pero que tienen
dignidad y que comprenden que deben aportar lo poco que puedan. Un gesto que
les hace sentir que la parroquia y lo que se hace en ella les pertenece y que
son coprotagonistas de la evangelización. Aunque la realidad es que son los
protagonistas principales junto a Dios. Siempre he agradecido todos los
donativos que recibo y nunca me ha importado la cantidad, sino la intención. Cuantos
gestos podemos hacer en nuestras vidas, que aunque parezcan insignificantes,
tienen mucho significado.