lunes, 31 de octubre de 2022

Sobrevivir ¿a cualquier precio?

 

El año pasado me presentaron a una chica joven que había tenido una vida muy difícil. Sus padres quisieron darla en matrimonio forzado y ella huyo de su casa por ese motivo, siendo muy jovencita. Tuvo suerte, encontró buenas personas y la acogieron lejos de su lugar de origen en un orfanato. Allí estuvo protegida y estudiando hasta la edad de los 18 años, en el orfanato le dijeron que no podía seguir por exigencias de la ley. Ese año tenía que estudiar el último curso de bachiller y presentarse al examen de acceso a la universidad. Cuando me la presentaron la idea fue ayudarla para que pudiese estudiar en la universidad, ya había aprobado el último curso y la prueba de acceso, le contamos las normas a seguir y le dijimos que nos presentase los gastos anuales que preveía durante el año. Para nuestra sorpresa desapareció, no volvimos a tener noticias de ella. Pero este año volvió a pedirme ayuda para poder montar un pequeño comercio y poderse valer por si misma. Le hice quedar conmigo y le dije que lo primero era que me explicase por qué no había vuelto a dar señales de vida con lo de los estudios. La respuesta es que al hacer las cuentas le había salido que era mucho dinero y no quería pedirlo. Me pareció que había algo más detrás de esa mirada triste y le dije que sí podía ayudarla, que me contara la verdad, que yo no había puesto límite a la ayuda y que éramos nosotros quienes debíamos decidir si ayudarla o no, pero que ella no debía renunciar. Entre lágrimas y con dificultad me cuenta que cuando salió del orfanato encontró a alguien que la acogió y le pago los estudios del último año de bachiller para poder ir a la universidad. Pero no era un buen samaritano, sino un abusador, a cambio ella tuvo que acostarse con él todas las veces que él quiso. No se me ocurre juzgarla, estaba sola y en la calle, desesperada, una victima más de tanta injusticia como hay en el mundo. Entendí claramente por qué no quería pedirnos tanto dinero, probablemente pensó que le tocaría hacer lo mismo, y ella ya había huido de esa situación en cuanto pudo. Ahora está intentando sacar adelante su comercio con nuestra ayuda, con el compromiso que devolverá lo prestado. Le deseo la mejor de las suertes en la vida, que hasta ahora no ha sido nada fácil.