La semana pasada volvimos a
realizar el encuentro de formación de los catequistas y animadores en lengua
peulh. Estaban encantados y participaron 42. Una de sus quejas era el por qué
se había dejado de dar esa formación. La explicación es simple, hace cuatro
años que se fue el último de los tres misioneros que se encargaban de ello, y
aunque la diócesis dijera que tenía interés en seguir, no había nadie dispuesto
a hacerlo. Cual es el problema, una cosa que es positiva para ellos y sus
comunidades, no nos damos cuenta que revertirá luego en nuestro propio
beneficio, y sólo somos capaces de mirar el esfuerzo que exige hacerlo, tanto
de tiempo como económico. Y todo se para. Por suerte convencimos al obispo de
la necesidad de retomar este camino, antes habíamos hablado con los compañeros
que tienen esta realidad y todos tenían claro que había que hacerlo. Pero a lo
hora de prepararlo, y de hacer el encuentro, no encontramos a ningún voluntario.
Por suerte, Jacques Casco, cocinero de Gamia y catequista desde hace muchísimos
años, ayudó las tres tardes del encuentro a dar formación y descargo un poco la
labor. El obispo estaba encantado con el encuentro y prometió que no se
volvería a interrumpir. Pero no es cuestión de que otro misionero lo esté
haciendo, sino de tomar conciencia colectiva del bien que reporta a todos. Esto
suele pasar en muchos ámbitos de la vida tanto aquí como en todas partes, todos
queremos los beneficios, pero pocos están dispuestos a trabajarlos.