Ya llevamos un tiempo construyendo la nueva parroquia, sobre todo a nivel físico, poniendo los cimientos y ladrillos que harán de hogar para todo el que se acerque a servir en la parroquia de Bouanri. Por culpa del Covid y la situación actual de la zona, los precios de los materiales de construcción han subido muchísimo, pero intentaremos hacerlo lo mejor posible. Sin lugar a duda, una de las cosas que debo destacar, es las ganas que tiene la gente de que su sacerdote pueda estar viviendo en el mismo lugar que ellos. Lo tienen claro, igual que tienen claro que la misión que se está construyendo, no es para mí, sino para su propio beneficio, pues acogerá a todos los sacerdotes que vengan a servirles a lo largo de los años. La gente se organiza en grupos para cavar, cargar tierra, descargar hierros, etc. Todos los trabajos que no necesitan un especialista, y también a ayudar a los trabajadores de diferentes oficios. No se quedan ahí, sino que también se organizan para dar de comer a los que les toca el día de trabajo. Lo hacen con alegría y el orgullo de ver como se levanta todo aquello. No puedo decir que esta cuestión no me preocupe, pero me preocupa más construir comunidades vivas, donde ese espíritu de colaboración y ayuda esté siempre presente y no descuidemos nunca a los que nos necesitan en los pueblos. Una comunidad, en definitiva, donde celebrar los sacramentos, sea festejar que vivimos el Amor de Cristo en lo cotidiano. A ver si para otoño puedo irme a vivir allí, los caminos empiezan a complicarse con las lluvias, aunque estemos acostumbrados siempre es un extra de cansancio.