Siempre que pensamos en los misioneros y en su
importancia, pensamos en esa gente que ha salido de Europa o Norte América para
ayudar en los países más empobrecidos de la tierra y llevar la Buena Noticia.
El pasado mes de octubre hubo una convocatoria especial para recordarnos a
todos, que la misión es una labor de cada bautizado. El último domingo de
octubre nos juntamos las parroquias de Sinende y Fô-Bouré para meditar, rezar y
celebrar nuestro ser misionero. La respuesta de la gente fue espectacular, la alegría
de estar juntos, se sentirse familia, de saber que queda mucho por hacer. Ser
conscientes de que hay una Buena Noticia que anunciar, y de que hay que dar
testimonio de ese Amor que Dios ha sembrado en cada uno de nuestros corazones,
podía sentirse durante la tarde del sábado y la mañana del domingo en el que
tuvo lugar nuestra peregrinación misionera. Nuestra gente sencilla y
empobrecida, entiende perfectamente que su vida tiene mucho más sentido cuando
son solidarios, capaces de dar su tiempo y su vida por los otros, y también
cuando son capaces de compartir los pocos recursos de que disponen. Les llena y
les hace felices. Estos misioneros que hay aquí son los que nos evangelizan a
los que venimos de fuera. Dios ya estaba presente en medio de estas gentes
antes de nuestra llegada.