sábado, 11 de marzo de 2017

¿Aceptar lo inevitable?

Está resultando duro el comienzo de la cuaresma. El jueves después de la ceniza tuve que enterrar a Frederic, un crío que ocho meses muerto por una anemia, la cual estaba producida por una malaria sin curar. El primer domingo de cuaresma enterré a Juliene, mujer de avanzada edad, la cual llevaba un tiempo enferma, pero por supuesto sin ir al médico, aquí cuando uno es mayor acepta que la vida se apaga. El miércoles recibo la mala noticia de España que mi tía Mari Carmen había fallecido por tres ictus consecutivos, con los mejores medios y haciendo todo lo que se pudo por ella. Ese mismo día al volver de Bembereke, de mis clases de baribá, me encuentro en el camino una chica de catorce años que se acababa de morir en una moto cuando la llevaban hacia el hospital. Al pararme me doy cuenta que es una chica de la comunidad de Siki, que este año tenía que hacer la confirmación. Me toca cargarla en el coche, pues no les hace gracia tocar una chica tan joven muerta. La llevé a su pueblo y allí nos enteramos que por en medio había cuestiones de acusaciones de brujería. Pero de eso escribiré en otro blog. De remate ayer recibo la noticia de que mi tío Carlos había muerto de repente yendo al baño. Cuaresma es un camino de conversión, de reflexionar sobre nuestras vidas y de cambiar aquello que no hacemos bien, que no pensamos bien, que no vivimos bien. Una de las certezas de la vida es que somos limitados y que algún día nos llegará la muerte. En ocasiones me rebelo, cuando la gente se muere por falta de medios o por ignorancia. Pero no hago lo mismo cuando seres muy queridos mueren sabiendo que se ha hecho lo que se ha podido, o porque la muerte ha sido repentina. Hay que ser humildes para aceptar la muerte con dignidad, sin culpar a nadie. Es parte de nuestra existencia. Hay que ser humildes y aceptar lo inevitable, somos limitados. Se tenga fe o no, la certeza de que nuestra vida es finita la tenemos. Si se tiene fe, siempre se vive con la Esperanza de terminar la cuaresma de la vida para poder comenzar la Pascua de la Resurrección.