Durante todo el año
los jóvenes de las dos comunidades más grandes se han estado reuniendo cada
viernes. Un viernes por separado cada uno en su pueblo, y el otro les llevo en
coche y los junto a todos en uno de los dos pueblos. Ahora en tiempo de
vacaciones escolares el número de participantes ha aumentado, pues todos los
que están estudiando fuera, al estar en su casa ayudando a las labores del
campo familiar, pueden asistir. Ayer estaríamos cerca de ochenta, no tantos
como en Cracovia, pero no estuvo mal. Los jóvenes tienen ganas de comprender,
de descubrir y de saber los por qué de las cosas. Viven intensamente cada
pequeño detalle y todas las dificultades y alegrías de la vida. Aquí no es diferente,
pero si son diferentes las vivencias y las maneras de afrontarlas. También se
plantean de manera muy seria que cuando se equivocan, deben seguir lo que el
Evangelio les dice, y viven con preocupación lo difícil que les resulta
hacerlo. Ya les digo que seguir el Evangelio no es fácil, que hay que ser
valientes y tomar opciones muy comprometidas. Que en su entorno no van a
entender que actúen conforme a esos valores y que se van a reír de ellos. Pero
eso no les amedranta. Aun así ser fieles en todo momento no es labor sencilla,
y reconocen sus errores. La pregunta que me hicieron ayer es ¿cómo podían
ayudar a los amigos que habían extraviado su camino? Pregunta que les pedí que
reflexionaran entre ellos el próximo día.