Con motivo de la
división de la parroquia tuvimos la visita del obispo de Logroño y del emérito
de Barbastro-Monzón. D. Alfonso es un hombre valiente y enamorado de la misión
desde la primera vez que vino, y no quiso desaprovechar esta segunda
oportunidad. Los dos primeros días estuvo disfrutando, dando el cariño que le
sale de natural y celebrando en un par de comunidades de la parroquia. Pero un
golpe de calor lo dejó cao. Nos dio un buen susto, pues su salud pasó a ser
preocupante. Por suerte tenemos recursos y pudimos llevarle al hospital, donde
le atendieron de maravilla y acabo recuperándose. ¿Qué podía ofrecerle nuestra
gente como apoyo? Ya le habían regalado alguna gallina en las comunidades, pero
ellos poco más podían hacer. Sin embargo una ola de solidaridad estuvo presente
en la misión y en todo momento del día y de la noche. Las llamadas a nuestros
teléfonos no pararon, la preocupación por su salud se extendió por cada pueblo
pequeño, no sólo por parte de los católicos, sino que, en cuanto el rey de Siki
se enteró, vino hasta casa a preguntarnos cómo estaba el enfermo. Pero sobre
todo, lo que si nos obsequiaron en cantidad fue con oraciones continuas. Todo
el mundo rezaba por el restablecimiento del extranjero, el padre que había
dejado venir a uno de sus sacerdotes, con generosidad, para trabajar junto a
ellos. Gente agradecida que da lo que tiene, su fe, el valor más profundo de su
vida.