En la celebración con Poulu (Pablo), el presidente de Yaro |
Como ya os conté en el
escrito anterior, hace poco hicimos un encuentro de jóvenes en el que
participaron doscientos cincuenta y cinco, de los cuales doscientos once eran
de fuera de la localidad que nos acogía. Se nos ocurrió decirle a la comunidad
que si les parecía bien acoger a los jóvenes en sus casas, ellos contestaron rápidamente
que sí, que lo harían encantados, es algo que está impregnado en la cultura
bariba, acoger al extranjero. Hicieron una lista para acoger a los chavales que
vinieran, mi preocupación era que faltaran casas. La realidad fue la contraria,
hubo muchas casas que se quedaron sin jóvenes para acoger, con el consiguiente
disgusto que esto les generó. Esto fue una buena experiencia por parte de
todos, los jóvenes no se limitaron a cenar, dormir y desayunar en las casas,
sino que compartieron su fe con las
distintas familias. El resultado fue más que positivo, todos estaban encantados.
Muchas veces tenemos pereza o reticencias a la hora de acoger alguien
desconocido en nuestra casa, más si son un grupo de jóvenes, mucho más si son
pobres. En eso, una vez más, esta gente nos vuelve a dar la lección de tener
sus hogares abiertos. Sólo te puedes plantear hacer esto si tienes un corazón
abierto y acogedor. Fue un gran reflejo de lo que debe ser siempre la Iglesia,
lugar de acogida con el Amor de Dios para todos. Espero que ese Amor nos toque
el corazón y sepamos hacer lo mismo.