Hoy en
la fiesta del apóstol S. Andrés hemos celebrado la ordenación diaconal de
Edgard. Un chico encantador que ha estudiado en Alcalá de Henares la teología.
El caso es que en este momento tenemos en la diócesis, un sacerdote diocesano y
un diácono que son de aquí. El servicio, en medio de su gente, lo realizan de
maravilla, pues son de la misma cultura y costumbres que sus feligreses. En el
caso de Edgard puedo decir que es un chaval alegre y entregado, con ganas de
servir a los más pequeños y que contagia vitalidad. El problema es que siguen escaseando las
vocaciones en nuestra diócesis y la silla que ocupaba como candidato ahora
queda vacía. Esperemos que rápidamente se vuelva a llenar con algún nuevo
enamorado en servir a los más pobres. En este momento Edgard es el delegado de
infancia y yo he entrado en el equipo diocesano para trabajar junto a él y
echarle una mano. Esto es algo que
siempre ilusiona, sobre todo porque aquí uno está continuamente rodeado de críos.
Estos críos sonríen y son más que agradecidos, no porque les regales nada, les
basta con que les dediques un poco de tu tiempo.