sábado, 10 de septiembre de 2011

Una visita inesperada

Con las lluvias viene el agua tan necesaria y más mosquitos

 Durante diez días debía estar solo en la misión, quiero decir como sacerdote español, pues aquí la compañía es continua y por supuesto que Dios nunca me abandona. Han sido como siempre días intensos de trabajo y de disfrutar de ello. De hecho esta semana he terminado de conocer la parroquia, todavía me faltaba por conocer la comunidad de Kparo, lo cual hice el pasado martes. La idea era, como siempre, seguir visitando comunidades y celebrando en cada una de ellas. Pero he aquí que el miércoles por la tarde recibí una visita inesperada. Al levantarme de la siesta noté que tenía fiebre, me puse el termómetro y efectivamente tenía 38 grados. Me tomé un paracetamol y aquello en vez de bajar subió a 39 grados. Nos costó todo un día averiguar que pasaba y es que después de ocho meses por estos lares, por fin me ha dado la bienvenida la malaria. Al principio el tratamiento no funcionó, he llegado a tener 40,7 grados de fiebre, así que ayer por la tarde me inyectaron un medicamento que hizo desaparecer la fiebre y empecé con la quinina. En este momento me encuentro mucho mejor aunque débil. Así que haciendo caso a todas las recomendaciones haré bondad y descansaré hasta que esté bien recuperado. Está claro, una vez más, que una cosa es lo que uno quiera y otra muy distinta nuestras limitaciones. Supongo que Dios intenta hacerme ver con esto que soy limitado y debo confiar más en Él.