Ya
de vuelta a la misión después de un tiempo de vacaciones, y después de tres
semanas de ir tomando el pulso a las diferentes cuestiones que se viven por
aquí. Me encuentro por desgracia que el tema de Seeru, pueblo en el que
presionaron a la gente para pagar al charlatán, ha tenido sus consecuencias
negativas para alguno de los que no quisieron renunciar a lo que creían y
pensaban que debían hacer. Es el caso de Alain, maestro en la escuela. Aquí en
las escuelas de primaria, por desgracia, no hay suficientes maestros del
estado, por lo que los padres de alumnos tienen que hacerse cargo del sueldo de
ciertos maestros para que puedan dar clases a todos los chavales. Alain llevaba
varios años siendo maestro en su pueblo, según el director del centro, el mejor
maestro y el más serio de los que tenía. Pero Alain ha tenido la “desgracia” de
ser consecuente con lo que creía que debía hacer, fue a uno de los jóvenes a
los que les quitaron la puerta de casa y la moto. Como yo denuncié la situación
en la gendarmería, la manera de vengarse del pueblo ha sido negándose a que
siguiera trabajando en la escuela. Por lo que por no dar mil francos cefas por
aquella cuestión, ha perdido su sueldo de treinta mil francos mensuales. Pero
no ha perdido su dignidad, ni su fe, ni nadie le podrá pisotear cuando quiera
defender lo que le parezca que está bien. No se ha vendido por el dinero, ni
tembló cuando le amenazaron con hacerlo. Ha sido valiente defendiendo lo que
para él es importante. Por desgracia hay demasiada gente que sabe que hay una
gran masa social en el mundo que es capaz de renunciar a cosas esenciales por
dinero.