Por los caminos, en esta época, vas encontrando algodón caído
de los camiones por todas partes. Los compañeros me contaron que antes las
ancianas recogían ese algodón para poder tener un poco de dinero, pero que eso
había ido desapareciendo, lo cual era signo de evolución del país. Este año me
he encontrado a dos ancianas recogiendo el algodón caído de los camiones,
circunstancia que me ha hecho reflexionar. ¿Cuántas cosas dejamos caer en nuestro
caminar por la vida? ¿A cuántas cosas no les damos valor? ¿Cuántos sueños y
esperanzas abandonadas en la cuneta? Pero siempre hay gente mucho más
necesitada que nosotros, que viven en la miseria y están dispuestos a recoger
cualquiera de nuestros desperdicios, gente que aprovecha hasta lo más mínimo.
Gente que lucha por cada sueño, por cada pequeña esperanza que se presenta cada
día. Gente que sigue apreciando los pequeños regalos que da la vida. Gente a la
que no se le caen los anillos por volver a tener que hacer trabajos que
parecían haber desaparecido, pues es lo único que tienen. Mientras sigan
pasando esos grandes camiones, símbolo de la opulencia, derramando lo que les
sobra, habrá ancianas dispuestas a agradecer a Dios esa oportunidad para poder
sobrevivir.
sábado, 27 de febrero de 2016
lunes, 8 de febrero de 2016
Treinta y un años después
Suscribirse a:
Entradas (Atom)