
El pasado fin de semana hemos estado en la
treinta y cinco edición de la peregrinación al santuario de la Virgen de la Paz
en Bembereke. Una vez más los chavales respondieron en masa para asistir, 1704
pagaron su cuota para comer. El número de gente que viene para disfrutar y
compartir ese fin de semana es voluminoso. Carecen de comodidades, mal duermen,
mal comen, pero disfrutan a la hora de rezar juntos y poder compartir su fe.
Este año la peregrinación culminó con la ordenación de tres nuevos sacerdotes,
por lo que la cifra de sacerdotes de la diócesis casi se ha duplicado, ya son
siete trabajando en la distintas parroquias, todo un regalo, si tenemos en
cuenta que cuando yo llegué hace algo más de siete años, sólo había uno. Uno de
los momentos más fuertes de la peregrinación es el rezo del rosario el sábado
por la tarde, yendo por la calles de la ciudad. Como no hay asfalto, la
polvareda que se forma es descomunal y la verdad es que hasta cuesta respirar,
pero eso nos le quita a la gente el ánimo para cantar y bailar durante las más
de tres horas que dura dicha marcha. Este año hay una nueva ley que prohíbe a
la gente ir en camiones apilados. Muchos no hicieron caso y vinieron en los
camiones, pero muchísimos otros se desplazaron en motos, bicis o andando.
Cuando se quiere se hace.