Fernando el primero por la izquierda |
Una de las cosas que siempre se me hacen más
difíciles de ser misionero es el día que abrazas y te despides de la gente
querida. La distancia es larga, en recorrido y en días de volver a verse.
Siempre está esa sensación extraña de saber si es la última vez que abrazarás a
ciertas personas, con la manía de creer que serán los más mayores los que a lo
mejor no volverás a ver. La muerte la vemos tan lejos y está tan cerca. Esta
mañana he recibido la dolorosa noticia de que mi cuñado Fernando ha tenido un
infarto, nada más y nada menos que en Laos. Ya no está entre nosotros físicamente,
pero siempre estará con nosotros, porque nos dejó todo su amor y cariño y eso
no se borra. ¡Cuánto echo de menos no poder estar junto a mi hermana y sobrinos
para abrazarles y darles todo mi cariño y apoyo! Pero eso es parte de la vida
de un misionero. Tengo la gran suerte de tener mucha gente detrás de mi y poder viajar lo
antes posible para reencontrarme con ellos y poder llorar juntos su pérdida.
Hay que vivir intensamente cada relación, que no se nos quede nada en el
tintero, sólo así viviremos muy cerca del corazón de la gente querida, a pesar
de que estemos lejos en la distancia. En la jazz band del cielo se ha
incorporado un excelente saxofonista, que siga sonando esa música celestial.