Hace
quince días preparamos un encuentro de jóvenes de las dos parroquias del sector,
pusimos un precio de participación bajo para que los chavales se animarán a ir,
doscientos francos cefas, lo que viene a ser treinta céntimos de euro. Con ello
harían tres comidas. El caso es que el transporte corría por su cuenta, cada
pueblo se organizaba como podía. Unos vinieron en los camiones típicos, otros
en los taxis a rebosar, viajan sentados en el techo de los coches. Pero en dos
de nuestras comunidades los chavales ya
no tenían ni un céntimo más para transporte. Así que treinta y tres
chavales de Siki se hicieron 25 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta en bici
para poder estar en el encuentro. Lo cierto es que los chavales de esta
comunidad no me sorprendieron, pues suelen ser muy activos y están bastante
comprometidos en todo lo que se hace. Pero de repente aparecieron veintidós chavales
de la comunidad de Kosia, comunidad que está creciendo mucho, pero que no había
participado todavía en ningún encuentro de jóvenes, me alegré mucho de verles.
Después de hacer todas nuestras actividades del sábado y del domingo, al
terminar la comida, cuando tenían que partir, les pregunte a los de Kosia que
dónde estaba su taxi o camión. Ellos con gran naturalidad me dijeron que no
tenían, torpe de mi les pregunté que cómo habían venido. Era evidente, andando.
Así que hicieron 15 kilómetros andando para venir y otros tantos para volverse.
Luego yo me quejo porque para ir a celebrar, por supuesto con el coche, me
encuentro el camino cortado en tres ocasiones diferentes y me hacen dar rodeos
y pasar por sitios complicados. Sólo espero que de verdad sepamos llenar de
auténtico contenido cada encuentro para que su esfuerzo merezca la pena.
En
este tiempo de Pascua me gustaría compartir una cosa que me sucedió el domingo
de resurrección en una comunidad Gando. La pascua es tiempo de bautismos de
adultos, ya había celebrado otras dos eucaristías con sus correspondientes
bautismos en otras dos comunidades, quedaba la tercera de la mañana. Por
primera vez iba a bautizar en lengua fulfulde, cosa que estuve preparando con
interés, la cuarta lengua en la que bautizo. Cuando llegué a la iglesia, el
catequista me dice que una de las tres mujeres que debía bautizarse no podrá
hacerlo, pues ha parido esta madrugada. Así que como es normal aquí, acordamos
que no pasaba nada y que ya lo hará el año que viene. Pero resulta que nada más empezar la
celebración aparece una mujer con cara de cansancio y con otra chica que
portaba un recién nacido. Miré al catequista y él hizo el gesto afirmativo, era
ella. Lo cierto es que me emocioné. El dispensario está al lado de la iglesia,
seguro que al oír los canticos de la misa de resurrección no dudó en venir. Sé
de la fortaleza de la mujer por estas tierras, de la capacidad de sobreponerse
a cualquier sufrimiento y al parto. Pero me dejó maravillado las ganas de
bautizarse de esta chica joven. Realmente sentí que la resurrección de Jesús no
es en vano, que hay mucha gente humilde que necesita a Dios en su vida.