La última mañana en Burkina compartí la eucaristía a las 7 de la mañana con los aspirantes al noviciado de los padres blancos y con monseñor Bernard. Que placer celebrar de esa manera, todo tan cuidado y con unos cantos que elevan a otra dimensión. Terminada nuestra corta visita a Burkina nos despedimos de monseñor Bernard y de mi amigo Charlin, que es padre blanco, y de los demás miembros de la comunidad que nos acogieron con tanto cariño. El viaje de vuelta fue tan caluroso como el de ida. Nuestro destino Tanguieta, lugar donde intervendrían a Juan Pablo para extraerle una uña que se había machacado trabajando en la misión y que le estaba dando muchos problemas. Todo fue bien en la frontera de Burkina, pero al intentar entrar en Benín, descubrimos, mejor dicho, descubrió el policía que mi visa estaba caducada, creíamos que era de tres meses, pero era sólo de siete días. Así que tuvimos que sacar una visa de 48 horas en la frontera, por lo que ahora soy un residente sin papeles. Ya estamos solucionándolo con el vicecónsul. Al terminar el trámite descubrimos una rueda pinchada, así que bajo un sol de justicia nos tocó cambiarla. Entre tanto un policía nos hizo una serie de preguntas sobre la fe y la Iglesia y Juan Pablo estuvo dándole una catequesis sobre la marcha.