miércoles, 31 de julio de 2019

Saludarse


Hace algo más de una semana hicimos el campamento diocesano de niños. Fue bastante bien y tuvo una gran participación, rondábamos los 500 niños. Como es costumbre, al terminar, hicimos la cadena de la amistad, consiste en hacer un circulo con los brazos cruzados y dándonos las manos. Cantamos el canto de despedida, y para terminar, vas pasando por el círculo dando la mano a todos y despidiéndote uno por uno. Al final das la mano dos veces a todos. Os podéis imaginar que apretar la mano tantas veces conlleva bastante tiempo. Aquí eso no importa, los saludos en esta cultura son importantísimos, no tienen prisa a la hora de saludarse y despedirse, es costumbre en la vida diaria. Imitando lo que hacen cada día en sus pueblos, fueron a saludar por las calles y a los representantes del pueblo donde hacíamos el campamento, alcalde, reyes, imanes, pastores evangélicos, durante una mañana entera. Alguno puede pensar que es una pérdida de tiempo inútil, que se puede hacer todo más rápido. Entonces ¿dónde queda el interés por el que te has encontrado, y por los suyos? ¿No importa la persona con la que te encuentras o has compartido aunque sea dos minutos? Aquí siguen teniendo claro lo importante que es saludarse, recordarse, visitarse, acompañarse. En cuanto alguien falta de la comunidad, siempre hay alguien que irá a ver si todo está bien. ¿Cuándo perdimos esa sensibilidad en nuestra vieja Europa? ¿Por qué la perdimos? Qué bueno es “perder” el tiempo en ser cuidadoso y delicado con los demás.