Os escribo en esta ocasión desde Ouagadougou, capital de Burkina Faso, en un rato partiremos para Benín de nuevo. La razón por la que estoy aquí es porque hemos venido a traer a Monseñor Bernard, arzobispo de Tours que nos ha dado el retiro. Después de una semana de oración, que sienta bien al cuerpo y al espíritu, emprendimos viaje hacia aquí. El calor es intenso, el sábado cuando veníamos estuvimos bajo unas temperaturas que rondaron los cuarenta y cinco grados, podéis imaginar el calor. Dicen que este año se ha adelantado. Aquí nos han recibido los padres blancos en un centro de aspirantes. Hay treinta y dos jóvenes, alguno con carrera terminada y ejercida, estudiando filosofía para luego pasar al noviciado de los padres blancos. Es una gozada ver estas vocaciones tan firmes y serias. Ayer tuve la oportunidad e ir con mi buen amigo Charlin, al que he reencontrado aquí, a una celebración de la misa dominical en un colegio internado. Era impresionante ver como cantaban las 145 chicas que estaban allí y con que atención seguían la celebración. La verdad es que escuchándolas era fácil sentirse cerca de Dios.