El
otro día se averió el coche a unos cien kilómetros de la misión, tenía visitas
y fue un momento incómodo. Llame a un compañero beninés que está a medio camino
y sin pensárselo dos veces vino a recogernos y llevarnos hasta casa. Eran las
cinco y media de la tarde cuando hice la llamada. Le tocó recorrer con su coche
unos doscientos kilómetros por pistas para podernos hacer el favor, lo cual es
de agradecer, y es precisamente lo del agradecimiento que quiero destacar. Le
dimos bien de cenar para que pudiera llegar a su casa con la tripa llena. Como
había estudiado en España, aprovechamos para darle alguna de nuestras viandas
típicas y de las que se acuerda siempre con cariño, disfrutó de la cena. Cuando
se iba, como es lógico, salí a acompañarle y agradecerle el servicio que nos
había hecho, una vez más volví a quedar profundamente tocado por la
sensibilidad de esta gente, cuando me dijo: “las gracias te las doy yo porque
he podido hacerte este servicio”. Así que poco más pude decir, excepto volver a
agradecerle su disponibilidad. Con que naturalidad me dijo esa frase, como si
fuera algo normal. Cuando lo normal es que si hacemos un favor, nos den las
gracias a nosotros y no al contrario. Toda una lección de sencillez y un regalo
para meditar. Camille llegó a las once y media de la noche a su casa y al día
siguiente venía el obispo a visitarle por la mañana.
miércoles, 31 de enero de 2018
jueves, 25 de enero de 2018
Gracias Gabriel
Este
chico gando, de la comunidad de Siki, tiene pocos años, no pasará de los 12.
Desde crío ha estado incapacitado físicamente. En su caso de pies y manos. Por
lo que le han llevado en brazos de un sitio para otro desde que nació. El
pasado mes de abril le dimos una silla de ruedas de las que nos habían llegado
a la misión. Para él fue toda una alegría. Sigue dependiendo de alguien, alguno
de sus hermanos o amigos, pero es más cómodo y más digno. Pues cuando le dejan,
no tiene por qué estar tirado por el suelo continuamente. El caso es que el
chico siempre ha sido alegre y sonriente, sólo habla su lengua que es el peulh.
El otro día me dejó tocado, pues a la salida de la misa del miércoles por la
tarde, me estaba esperando con un gallo. Me dijo que era para mi y me dio las
gracias. Siete meses después de recibir la silla. El crío tiene unas pocas
gallinas y pollos, que entiendo que su familia le ayuda a criar, y quiso
agradecer el detalle que tuvimos con él. La verdad es que es emocionante ver
que los más empobrecidos de la Tierra tienen un corazón generoso como pocos. De
bien nacidos es el ser agradecidos, supongo que Gabriel lo tiene claro, y yo
desde aquí le quiero dar las gracias por ese gesto tan humano y tan olvidado
tantas veces.
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