El viernes pasado aterrizó la maleta que me faltaba en casa, deformada, con el candado forzado y llena de polvo, pero no faltaba nada y por fin puedo hacer las mudas con normalidad. El que estuviera llena de polvo es lo único realmente normal y más en este tiempo del armatan, que es el viento del norte, que porta la arena del desierto y deja todo que da gusto verlo.
Pero la maleta no llego sola a la misión, llegó con monseñor Bernard, arzobispo de Tours. Él nos está dando el retiro de cinco días en el que estamos inmersos. En medio de tanto cambio y aclimatación, siempre es bueno tener unos momentos de paz y encuentro profundo con el Señor. Estamos todos los sacerdotes de la diócesis juntos, incluidos los religiosos y ha sido la oportunidad de conocerlos, también al obispo que se llama Martin y está siendo muy atento conmigo. En la foto estoy con las monjas de Fo Bouré y el arzobispo de Tours.