sábado, 22 de octubre de 2016

Tan cerca y tan lejos

Fernando el primero por la izquierda
 Una de las cosas que siempre se me hacen más difíciles de ser misionero es el día que abrazas y te despides de la gente querida. La distancia es larga, en recorrido y en días de volver a verse. Siempre está esa sensación extraña de saber si es la última vez que abrazarás a ciertas personas, con la manía de creer que serán los más mayores los que a lo mejor no volverás a ver. La muerte la vemos tan lejos y está tan cerca. Esta mañana he recibido la dolorosa noticia de que mi cuñado Fernando ha tenido un infarto, nada más y nada menos que en Laos. Ya no está entre nosotros físicamente, pero siempre estará con nosotros, porque nos dejó todo su amor y cariño y eso no se borra. ¡Cuánto echo de menos no poder estar junto a mi hermana y sobrinos para abrazarles y darles todo mi cariño y apoyo! Pero eso es parte de la vida de un misionero. Tengo la gran suerte de tener mucha gente detrás de mi y poder viajar lo antes posible para reencontrarme con ellos y poder llorar juntos su pérdida. Hay que vivir intensamente cada relación, que no se nos quede nada en el tintero, sólo así viviremos muy cerca del corazón de la gente querida, a pesar de que estemos lejos en la distancia. En la jazz band del cielo se ha incorporado un excelente saxofonista, que siga sonando esa música celestial.