martes, 31 de mayo de 2016

Ser responsables desde pequeños

Foto tomada por Alvaro de Noreña
 El pasado sábado tuvimos el encuentro de los críos de la parroquia, un número aproximado a los cuatrocientos. Cada vez vienen más los pequeños, pues es un encuentro que les permite mostrar lo que viven durante el año en sus pueblos. Cantamos, bailamos, rezamos, hacemos catequesis y celebramos la eucaristía. Todo ello se realiza en un gran ambiente de fiesta, no podía ser de otro modo. Esta vez quería remarcar algo que ya he comentado en otras ocasiones, pero que no deja de llamarme la atención. No es otra cosa que la responsabilidad que muestran desde muy pequeños estos críos con sus obligaciones y labores. Organizar el desayuno y la comida para tantos niños es difícil, y por supuesto no tenemos boles y platos para tantos, por lo que hay que ir limpiándolos para que pueda comer el siguiente turno. Dejamos dos barreños con agua para hacer la limpieza, y no hubo que dar muchas explicaciones para que cada uno, cuando iba terminando de desayunar, fuera limpiando lo que había usado. Ellos saben que si no lo hacen, entonces es el siguiente el que tiene que limpiar lo que ellos han ensuciado, y eso no está bien, no es solidario, y mucho menos cristiano. A tan tierna edad entienden las cosas básicas del Evangelio mejor que nosotros, y son capaces de acoger y ser solidarios sin mucha complicación, y por supuesto sin excusas para no hacerlo. Han descubierto que ser responsables consiste esencialmente en cuidar unos de otros.

lunes, 23 de mayo de 2016

Buscando el Amor de Dios

 El viernes pasado, aprovechando la luna llena, hicimos una peregrinación con la gente de nuestra parroquia hasta la puerta de la misericordia de nuestra diócesis. A dicha peregrinación se sumaron otras parroquias. La hicimos por la noche para intentar evitar el excesivo calor, aunque fue una noche de bochorno. La gente estaba deseosa de encontrarse con la Misericordia de Dios y de hacer un esfuerzo, en mi opinión grande, para encontrarla. Unos treinta y cinco kilómetros de distancia teníamos que recorrer por senderos y caminos de tierra, sólo los dos últimos eran por asfalto. Salíamos a las ocho de la tarde con un nutrido grupo de gente, jóvenes, adultos, mujeres con sus niños en la espalda, ancianos. Gente alegre y con ganas de compartir la experiencia, pasaban de los cuatrocientos los que participaban de nuestra parroquia. Ya podéis imaginar el calzado, o sandalias o descalzos. Yo eché en falta tener los pies como ellos, pues me surgieron las indeseadas ampollas y mi peregrinación terminó a los veintiséis kilómetros, los últimos los hice en el coche escoba. Realmente emocionante era ver las caras de ilusión y alegría que tenía la gente, y eso que era de noche. Como se ayudaban y se preocupaban los unos por los otros. Cortaban ramas para hacer bastones, cargaban con los bultos de aquellos a quienes les fallaban las fuerzas. Cogían de la mano a quien no llevaba buen ritmo. A lo largo del camino fuimos encontrando y viviendo el Amor de Dios, la delicadeza, la ternura, los pequeños detalles que hacen de la convivencia algo maravilloso y no una tortura. La llegada al santuario, sin haber dormido en toda la noche y con el cansancio que llevábamos, fue  muy alegre. La gente se confesó con profundidad y la celebración de la Eucaristía estuvo emotiva. Yo debo reconocer que alguna cabezada me pegué durante la homilía, pues me pudo el sueño.