En mi último escrito mencioné los disturbios
que por desgracia vivimos en uno de nuestros pueblos. Ahora que nos encontramos
con una calma razonable, nuestra alegría va en aumento. Después de indagar y
preguntar, supimos, como ya suponíamos, que ninguna persona de nuestra
comunidad había participado en los hechos violentos. De hecho ninguno de ellos
entró en el juego de habladurías y denuncias sobre brujería. No es más que una
consecuencia de lo que la Palabra de Dios va haciendo en sus vidas. Pues no es que
no tengan miedo a los fetiches, brujerías, etc. Hay que comprender que lo han
mamado desde pequeños. Pero su miedo se diluye al encontrarse con Jesucristo,
saben que Él venció siempre a los malos espíritus y son conscientes, de que si
permanecen junto a Dios, ningún mal espíritu les podrá hacer daño. Entre esos
espíritus realmente dañinos están la violencia, la venganza, el odio. Nuestra
alegría es grande al ver que han sido capaces de desterrarlos de su vida y
vivir con el Espíritu de la Paz y el Espíritu del Perdón, que sólo Dios nos
puede dar. De nuevo agradezco a Dios y a la Iglesia, el poder vivir estos acontecimientos
tan de cerca.
sábado, 22 de noviembre de 2014
lunes, 10 de noviembre de 2014
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz
La semana pasada volvimos a vivir momentos
dramáticos. En uno de nuestros pueblos volvió una de las familias que había
sido acusada de brujería, con ánimo de revancha. Se pertrecharon con armas y
dispararon a un grupo de personas. La consecuencia, un muerto y un herido. Los
asesinos volvieron a salir huyendo. Pero el viernes por la mañana la gente,
sobre todo los jóvenes, clamaba venganza. La rabia acumulada desembocó en
violencia incontrolada, quema y destrucción de casas, coches, motos y cualquier
recuerdo de esa familia. Búsqueda de gente de esa familia para ser
ajusticiados. La violencia sólo engendra violencia, y últimamente los ánimos
están demasiado caldeados. Así que esa misma tarde fuimos los dos misioneros
con los mayores y responsables de nuestra comunidad a saludar a la familia del
difunto, al responsable de los jóvenes, al rey del pueblo y a los tres imanes.
A todos les presentamos nuestro dolor por lo sucedido y nuestra preocupación
por el clima de violencia que se respiraba. Con ellos rezamos la oración de S.
Francisco, pues tenemos el firme convencimiento, que sólo con la paz, el
diálogo y el perdón se puede encontrar solución a los problemas y conflictos.
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