Esta semana he comprobado como
ciertos agujeros que se hacen en el suelo resultan demasiado pequeños para lo
que sería lógico. En este caso hechos por los gando, alargados y con otro al
fondo más profundo y estrecho. ¿Por qué tan pequeños?¿Es que están cansados de
cavar los campos? Pues la realidad es que había que meter el cuerpo sin vida de
una niña de doce años, y el siguiente, más pequeño aun, para una niña de dos
años. Cuando rezo junto a la comunidad delante de estas tumbas de tierra que se
encuentran junto a las casas, siempre me viene la misma pregunta. ¿Qué podemos
hacer ante tanta muerte injusta? Y digo injusta porque la mayoría de estos
críos mueren por falta de medios, por desconocimiento y por tantas otras
carencias. Porque la muerte la acepto con la Esperanza en la Resurrección, pero
lo que me cuesta más aceptar es un mundo tan desigual y con tanta gente
careciendo de lo más básico. En el momento que intento enviar este blog, me llaman diciendo
que un bebé que bauticé esta Navidad ha muerto. Los niños como siempre los más
desfavorecidos. Aun así juegan, ríen, trabajan y corren por estos pueblos
llenándolos con un sonido que es música para los oídos.
miércoles, 28 de mayo de 2014
lunes, 19 de mayo de 2014
Aunque no apetezca
En
esta vida toca hacer muchas cosas que no apetecen. La cuestión es saber con qué
talante las hacemos y el trasfondo de por qué las hacemos. El sábado pasado
asistí a la ordenación del primer obispo bariba, esto no debería resultar
extraño, sino fuera porque esta semana me tocó viajar al sur y la ordenación
era a más de ciento cincuenta kilómetros de casa. Por lo que en un principio
había decido no asistir. Pero lo que nosotros decidimos no es siempre lo que al
final acabamos realizando. El presidente de los catequistas de la parroquia me
dijo que tenían mucho intereses en asistir cuatro de los catequistas y que si
por favor les podía llevar. ¿Cómo decirle que no? Pues es lo que le dije, que
lo sentía mucho pero que no iría a la celebración. A la vuelta de Cotonou y
habiéndolo rezado un poco, no me quedaba más solución que llevar a esta gente
entregada y buena a la ordenación episcopal. Aproveché para llevar a seis
aspirantes de la parroquia, que de paso descubrieron un poco más su propio
país. El caso es que cuando se quiere, cuando se ama, es fácil hacer un
esfuerzo, por muy cansado que esté uno. Y mi vocación es la de servir a estas
comunidades por Amor.
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