Hace unos años que realizo este gesto de Jueves Santo en la celebración, pero siempre me he preguntado si sólo es un símbolo de los muchos que realizo, o es algo más. Confieso que siempre ha sido para mí emocionante poder repetir lo que hizo Cristo con sus apóstoles, me parece un regalo. Pero Cristo no se quedó ahí, sino que la noche continuo con su prendimiento y la entrega de su vida al día siguiente. Este año, como ningún año anterior, al realizar este gesto me he sentido muy identificado con el texto evangélico, y no porque aquí sea tan real lo de que quien está limpio no necesita nada más que lavarse los pies que se han llenado de polvo por el camino. Sino porque al ponerme a los pies de esta gente, ancianos, jóvenes, niños, he sentido de manera muy especial esa llamada a servir a los más pobres de la Tierra. Sólo espero que en el día a día no me venza la pereza y el egoísmo y poder entregarme del todo a estos hermanos nuestros.