El pasado domingo celebrábamos la festividad
del domingo de Ramos. La primera de las tres procesiones la empecé en el pueblo
de Siki, es una procesión larga, con mucha asistencia de gente y alegre. Este
año faltaba alguien, era Eli. Eli es un gando que tuvo la polio de pequeño, de
siempre ha ido arrastrándose, pero hace años que se mueve con un triciclo, pues
los brazos los tenía válidos. Hace unos meses se le paralizó la parte izquierda
del cuerpo, ¿la razón, un ictus, un derrame? No la sabemos exactamente. Pero
esto le ha tenido postrado en la esterilla unos meses. Ahora hemos conseguido
que vaya saliendo y que deje que le empujen su triciclo. Pero no se aleja mucho
de casa, pues no controla los esfínteres por el momento. Al pasar la procesión
de los ramos por delante de su casa nos acercamos a saludarle y darle un ramo.
Eli lloraba emocionado, por un lado el dolor de no poder participar, por otro
el que la comunidad no dejara pasar la oportunidad de acercarse a compartir con
él la fiesta. Tocado por la emoción vi a Gabriel, a él siempre le han tenido
que llevar a cuestas, o como ya os conté, ahora en silla de ruedas. El caso es
que la procesión es larga, y ahí iba un crío de no más de ocho años, empujando
al silla de Gabriel, con alegría y Gabriel con su silla llena de palmas, riendo
y disfrutando. Ese niño “carga” con su hermano cada día, pero se le ve
inmensamente feliz por poder hacerlo. Esta gente sí que entiende lo que es
proclamar que Jesús es el Rey que entra en Jerusalén sin traicionarle después.