sábado, 30 de diciembre de 2017

Abraham, otro inocente

El hijo pequeño de Yohana, catequista del que os hablé en el último blog, se llamaba Abraham, tenía seis meses, y tenía que bautizarlo esta Navidad. Pero murió una semana antes de su bautizo. ¿Por qué? Podríamos decir que la ignorancia de sus padres, que no tienen dispensario médico en su pueblo, que no cuidan bien a los niños, que cuando lo llevaron al médico ya era muy tarde. El otro día celebrábamos la fiesta de los Santos Inocentes, niños asesinados cruelmente por Herodes, hombre egoísta y que era capaz de hacer semejante atrocidad para mantenerse en su puesto, como si fuera a ser eterno. Ese personaje nos parece malvado y sanguinario, su egoísmo sobrepasa cualquier comportamiento mínimamente humano. Cuando veo la muerte de muchos inocentes en mi entorno, no puedo dejar de preguntarme ¿Cuál es la causa? Y la respuesta es que el mundo está lleno de Herodes, gente egoísta, que conforman gobiernos egoístas, donde lo importante es que nosotros vivamos,  no bien, sino demasiado bien, sin importarnos las consecuencias que de ello se deriva. Despilfarro, comida tirada en la basura, aparatos y ropa que usamos una vez o ninguna, gastos y gastos que no tienen sentido, pero nos “hacen sentir bien”. Si nos comportáramos de otra manera, si nos mirásemos menos el ombligo, quizá muchos de esos inocentes no tendrían su muerte asegurada a tan temprana edad. Si la muerte de todos estos niños sirve para que un día nos demos cuenta de que el mundo tiene que cambiar, pues bendita entrega de sus vidas, tal y como lo hicieron aquellos inocentes para salvar la vida del Niño Dios. Feliz Navidad y que el año que viene haya menos sufrimiento en el mundo.