El hijo pequeño de Yohana, catequista del que os hablé
en el último blog, se llamaba Abraham, tenía seis meses, y tenía que bautizarlo
esta Navidad. Pero murió una semana antes de su bautizo. ¿Por qué? Podríamos
decir que la ignorancia de sus padres, que no tienen dispensario médico en su
pueblo, que no cuidan bien a los niños, que cuando lo llevaron al médico ya era
muy tarde. El otro día celebrábamos la fiesta de los Santos Inocentes, niños
asesinados cruelmente por Herodes, hombre egoísta y que era capaz de hacer
semejante atrocidad para mantenerse en su puesto, como si fuera a ser eterno.
Ese personaje nos parece malvado y sanguinario, su egoísmo sobrepasa cualquier
comportamiento mínimamente humano. Cuando veo la muerte de muchos inocentes en
mi entorno, no puedo dejar de preguntarme ¿Cuál es la causa? Y la respuesta es
que el mundo está lleno de Herodes, gente egoísta, que conforman gobiernos egoístas,
donde lo importante es que nosotros vivamos, no bien, sino demasiado bien, sin importarnos
las consecuencias que de ello se deriva. Despilfarro, comida tirada en la
basura, aparatos y ropa que usamos una vez o ninguna, gastos y gastos que
no tienen sentido, pero nos “hacen sentir bien”. Si nos comportáramos de otra
manera, si nos mirásemos menos el ombligo, quizá muchos de esos inocentes no
tendrían su muerte asegurada a tan temprana edad. Si la muerte de todos estos
niños sirve para que un día nos demos cuenta de que el mundo tiene que cambiar,
pues bendita entrega de sus vidas, tal y como lo hicieron aquellos inocentes
para salvar la vida del Niño Dios. Feliz Navidad y que el año que viene haya
menos sufrimiento en el mundo.