miércoles, 14 de marzo de 2012

Dejarse acoger para poder acoger

Aquí me veis con Alejandro delante de la cocina de Bembereke
Algo que es realmente maravilloso en este lugar donde me encuentro es la capacidad de acoger que tiene la gente. Da igual que sean infinitamente pobres. Lo que tienen te lo ofrecen. Un gesto que es importante en su cultura es que al llegar a sus casas te ofrecen el agua de la bienvenida. Ese agua tan preciada y que no sale de un grifo, sino que hay que ir a buscarla a algún pozo y cargar con ella un buen tramo. Aunque en la actualidad, gracias a las captaciones de agua de la misión, la pueden recoger más cerca de casa y más salubre. Para ellos es una gozada el que les visites y por eso cuidan el recibimiento que te hacen. La verdad es que es de las cosas que más me admiran, con que sencillez te hacen sentir como en casa. Esto me hace meditar mucho si mi capacidad de acoger ha mejorado. Cuanto nos molesta que vengan en algunos momentos a vernos, parece que siempre nos viene mal. Supongo que es parte de nuestro mundo individualista y egoísta, en vez de apreciar las visitas, nos molesta que invadan nuestro espacio y nuestro tiempo. Entre la gente que me ha acogido desde el principio con cariño y generosidad quiero destacar a Alejandro, sacerdote de la diócesis de Oviedo que está en la misión vecina y hermana de Bembereke. Allí es donde voy a clase de baatonum y la verdad es que Alejandro se ha desvivido para hacerme sentir a gusto todo este tiempo. Sin ir más lejos, ayer nos metimos entre pecho y espalda una fabada asturiana con todos los ingredientes recién traídos de su tierra. Sólo espero saber acoger siempre con todo mi tiempo y dedicación. Esta cuaresma sigo profundizando en llevar un estilo de vida donde pueda acoger a Dios como esta buena gente lo hace con nosotros.